jueves, 3 de enero de 2008

Las copas


Entre copas sucias nos miramos.

Amanecidos mientras ella lavaba las copas sucias con lágrimas de sus ojos, cuando hace tan solo unas horas atrás esas copas brindaban de alegría.
Está sola, hasta la sobra de su presencia la atemoriza, su cenit rostro me miraba, y yo perdido en preguntas la abracé.

Me baño en llanto y no pude evitarlo, me duele, me dijo, me duele...
¡Y yo me quede sin habla!

Me duele el llanto, no puedo, todo se vuelve imposible e inalcanzable. Me quedo sola, con las penumbras de un viejo amor que no me ama, que no me extraña y me sucumbe un tsunami de preguntas, que me pueden y se me vuelve interminable esta batalla conmigo misma...
¡Y yo vi!

Como esa sombra de amor deambulaba por los rincones del castillo, veía que también sufría. Cruel espectro de castigo, el perdido no la abrazaba, se tornaba sombra, no la besaba, ni la amaba...
¡Y yo sentí!

Que ese amor era imposible, que el tiempo lo había sepultado entre sábanas rotas, de tantas penas.
Ella no comprendía nada, su amor la miraba de cara al espejo y no le decía nada. Se recogió el pelo con preguntas, se volvió fantasma dentro de sí y se casaron en el umbral de la muerte, pero el no estaba muerto, es que ella ya había perdido la cordura hace tiempo y no lo veía, ni lo sentía.

Fin.

Miguel Angel Porcel de Peralta.

1 comentario:

El coral del cangrejo dijo...

esto tiene mucho de la profundidad de tu corazón... sencillamente me parece excelente... somos muchas esas mujeres lavando las copas con nuestras propias lágrimas.. vos dormís con ellas, despertás con ellas y se te anudan en el vientre y en el pecho...
Es excelente este texto Miguel,me gusta mucho...

Beso
Cari

La sirena